“Son las emociones, estúpido”: Gabriel Slavinsky radiografía la elección silenciosa y el voto castigo
El consultor político Gabriel Slavinsky sostiene que la campaña 2025 dejó atrás el ruido y se volvió una contienda silenciosa, emocional y expectante. El oficialismo, dice, pasó de la ofensiva arrolladora de 2024 a administrar turbulencias, mientras la oposición eligió “hacer la plancha” y esperar el voto castigo. Lo que viene, anticipa, es una etapa de pragmatismo negociador y pérdida de épica.
Emoción mata plan
Slavinsky invierte el viejo lema de Bill Clinton. No es “la economía, estúpido”, sino “las emociones, estúpido”. En la Argentina actual, afirma, la bronca y el miedo definen más que cualquier variable macroeconómica. “El votante argentino no elige tanto a quién apoyar, sino a quién castigar esta vez”, resume.
El gobierno, recuerda, había logrado conectar en 2024 con una narrativa simple y eficaz: orden en las calles, orden en las cuentas, inflación como única vara de evaluación. Pero ese contrato emocional —basado en promesas de control y resultados— empezó a resquebrajarse cuando los goles dejaron de entrar.
Del huracán al freezer
En palabras de Slavinsky, el Milei de 2024 era como Palermo en el área: todo lo que tocaba terminaba en gol. En 2025, en cambio, la ofensiva perdió ritmo y precisión. Las turbulencias económicas, los primeros casos de corrupción y el “caso Libra” golpearon el relato de pureza moral y eficiencia.
El estilo de show permanente —esa teatralidad política que marcó el primer año de gestión— empezó a mostrar su límite cuando las leyes dejaron de aprobarse con facilidad. “Si spoileás el final y después no pasa lo que prometiste, el golpe es doble”, explica Slavinsky.
Cuando el violeta pisa callos
El punto de inflexión, según el consultor, fue la decisión del gobierno de consolidar el partido violeta a nivel nacional. Ese paso, que buscaba institucionalizar la fuerza, encendió alarmas en aliados y adversarios. El PRO, dice Slavinsky, “quedó desdibujado”, mientras La Libertad Avanza absorbía estructura, marca y protagonismo.
Pero esa expansión tuvo costo político: tensión interna, fatiga del electorado moderado y una sobredosis de expectativas. La consecuencia fue una derrota que no se midió solo en votos, sino en ánimo colectivo.
El 7S que dolió en silencio
La elección del 7 de septiembre marcó un antes y un después. Para Slavinsky, fue un voto castigo por abstención: millones de votantes no peronistas decidieron no participar, dejando al gobierno sin el respaldo simbólico que sostenía su narrativa triunfalista.
“Fue un cachetazo emocional”, define. “La militancia violeta perdió la ilusión de invulnerabilidad. Esa épica de que el color violeta era imposible de derrotar se rompió.”
El relato que cada uno va a contar
El oficialismo llegará a la noche del 26 con un libreto claro: hablar de crecimiento organizativo más que de resultados electorales. El mensaje será “somos un partido nacional”, “tenemos violetas en cada provincia”, “ahora sí podemos negociar”.
Del otro lado, el peronismo buscará instalar la idea de que siete de cada diez argentinos no eligieron al oficialismo y que existe una mayoría que le dice “basta a Milei”. Los gobernadores, en tanto, mostrarán músculo territorial para fortalecer su posición negociadora en el corto plazo y proyectarse a 2027.
Mini-consensos con alambre
Pese al clima de polarización, Slavinsky percibe la aparición de pequeños acuerdos de base: equilibrio fiscal, previsibilidad, estabilidad de precios. Son, aclara, consensos espasmódicos: valen mientras el plan económico funcione. “Dos por ciento mensual de inflación sigue siendo mucho, pero hay una estabilidad que le da aire al comerciante y al ciudadano común”, señala.
Menos hierro, más pragmatismo
Lejos de la imagen monolítica que proyecta, Slavinsky ve a La Libertad Avanza como un espacio más pragmático que dogmático. “Tiene más flexibilidad de la que expone públicamente, y eso no está mal”, afirma. La épica inicial cedió lugar a la lógica de la negociación.
El discurso de largo plazo —“en cinco años seremos España, en diez Alemania”— cumple una función: mantener viva la ilusión, aunque el gobierno haya perdido parte de la complicidad emocional con su base. “Sin conexión con los propios, el sueño suena a promesa en diferido.”
La campaña de la paz armada
No hubo grandes debates ni choques directos. Cada espacio habló a su nicho y firmó un empate tácito. El oficialismo transitó semanas complejas con sobresaltos cambiarios; la oposición apostó al silencio, a la moderación y a la provincialización de la campaña.
En ese contexto, la elección se transformó en una batalla de paciencia. Nadie quiso arriesgar demasiado. Todos sabían que el precipicio estaba cerca.
Lo que de verdad se juega
Más que bancas, lo que se disputa este domingo es la narrativa del lunes: ¿Quién impone el sentido del resultado? ¿El gobierno que hablará de consolidación territorial o la oposición que mostrará límites electorales del proyecto libertario?
Para Slavinsky, la clave no está en los votos, sino en el clima: “Esta elección es de emociones y de paciencia estratégica: el que mejor administre el castigo —propio y ajeno— marcará la agenda que viene.”
