Volvió a ser noticia en los portales políticos si Cristina finalmente se reunió o no con alguien para hablar. En estos días donde la ex Presidente anunció su candidatura, lo importante ahora pasa a ser si finalmente se encontrará con Axel Kicillof para un arreglo político de cara a las próximas legislativas en la provincia. ¿Esto no lo vimos antes?

La incertidumbre en torno a las relaciones de Cristina con posibles herederos, como ocurrió con Daniel Scioli en 2015, Florencio Randazzo que iba a ser su candidato a la Gobernación por la provincia y el propio Sergio Massa que se fue de su entorno en 2013 y volvió 10 años después, más recientemente con Alberto Fernández, revela un desafío más profundo que va más allá de una sola figura. Este patrón de no permitir que los liderazgos se consoliden no es solo un tema de la ex presidenta, sino un reflejo de un desafío más amplio para la democracia argentina.

Si el líder no muere ¿como se transiciona?

Argentina, en su historia moderna, ha tenido transiciones de liderazgo marcadas por eventos dramáticos: desde golpes de Estado hasta crisis sociales profundas. La continuidad democrática prolongada es, en muchos sentidos, una experiencia relativamente nueva, lo que implica que tanto el peronismo como otros espacios políticos aún están aprendiendo a gestionar transiciones internas de manera ordenada.

La falta de una práctica real a la hora de plantear mecanismos de renovación interna no solo debilita a los partidos, sino que también limita la capacidad de la democracia para adaptarse y evolucionar. Los liderazgos personalistas generan una dinámica de dependencia y dificultan la consolidación de nuevos liderazgos.

Este síntoma no solo afecta al kirchnerismo/peronismo, sino que también podemos verlo en el PRO. En el siglo 21 la fuerza política de Mauricio Macri emergió como la renovación, algo completamente nuevo para el panorama político que en pocos años creció, se consolidó y llegó a la presidencia. Pero al pasar por esta última posición de poder y tener una mala experiencia, internamente empezaron las exigencias hacia una renovación. Renovación que aún no llega.

Repasemos un top 5 de líderes argentinos que, por una razón u otra, no vivieron una transición de su liderazgo:

  1. Hipólito Yrigoyen: Representante emblemático del radicalismo, Yrigoyen inició su liderazgo con su primera presidencia en 1916 y se consolidó como una figura central de la política argentina. Su segundo mandato, iniciado en 1928, terminó abruptamente con el golpe de 1930, y su vida política concluyó sin una transición ordenada, ya que falleció en 1933.
  2. Juan Domingo Perón: Líder del peronismo, Perón comenzó su influencia en 1946 con su primera presidencia. Tras su exilio forzado por una dictadura y posterior retorno, fue nuevamente presidente en 1973, pero falleció en 1974 sin dejar un sucesor claro.
  3. Raúl Alfonsín: Considerado el padre de la democracia moderna en Argentina, asumió la presidencia en 1983. Aunque no falleció en el cargo, su mandato terminó en medio de una crisis económica que lo obligó a adelantar la entrega del poder, marcando una transición abrupta y dificultosa. Desde entonces no solo no ayudó a que el radicalismo se fortaleciera como fuerza política sino que al día de hoy su propio hijo perdió toda relevancia política y rumbo.
  4. Néstor Kirchner: Aunque no murió en el cargo, Néstor Kirchner fue presidente entre 2003 y 2007, y siguió siendo una figura central del kirchnerismo. Todavía recordamos a Cristina usando gorras en actos que decían “Nestor 2011”, donde ya se presumia una victoria para esas elecciones presidenciales. Sin embargo su fallecimiento en 2010 de una manera repentina dejó un vacío de liderazgo y marcó el inicio de la preeminencia de Cristina Fernández de Kirchner, sin una transición planificada 15 años después.
  5. Carlos Menem: Menem fue presidente entre 1989 y 1999, y aunque dejó el cargo al finalizar su segundo mandato, su intento de regresar al poder en 2003 no se concretó. Su liderazgo no tuvo una transición clara dentro de su espacio político, y el menemismo se diluyó sin un sucesor definido.

Estos casos reflejan cómo, a lo largo de la historia argentina, muchos líderes importantes no llegaron a gestionar una transición ordenada, lo que ha dejado una huella en la cultura política del país.

El manual de procedimientos se tiene que escribir hoy

Nuestro país nunca vivió tantos años de democracia estable a pesar de las dificultades económicas, políticas y sociales. Hay un consenso generalizado que dice: “dentro de la democracia todo”, y es bajo este paradigma que se deben resolver los conflictos. Entonces, el aprendizaje pendiente está en: cómo lograr que las transiciones de liderazgo sean vistas como una parte natural y saludable de la vida democrática, y no como una amenaza a la continuidad.

Este reto no es solo de Cristina Kirchner o de cualquier líder en particular, sino de la democracia Argentina en su conjunto: aprender a transicionar democráticamente hacia nuevos liderazgos, sin traumas ni rupturas, es un paso fundamental hacia una madurez política que beneficie a toda la sociedad.