Luis Majul: “La UBA adoctrinó a mi hijo”
Humor político
Coach (C): Buen día, Luis. ¿Qué tema querés trabajar hoy?
Majul (M): Quiero que mi hijo deje de tratarme mal.
C: ¿A qué te referís con eso?
M: A cómo me habla, a cómo me ignora. A cómo me critica… sin contexto, sin matices.Yo no soy perfecto, pero soy su padre. Lo criamos con amor. Le dimos todo. Y ahora parece que se avergüenza. Yo siento que… se convirtió en mi principal detractor.
C: ¿Y qué te está pasando con eso?
M: Me duele. Me enoja. Me angustia. Es como si hubiera dejado de ser mi hijo para transformarse en mi entrevistador más hostil. Y lo que más me molesta es que me analiza con la superioridad de un panelista de televisión.
C: ¿Qué querés lograr con esta sesión?
M: Quiero encontrar la forma de reconstruir el vínculo sin tener que pedirle disculpas por ser quien soy. No quiero callarme, pero tampoco quiero que me vea como un enemigo. Quiero que me respete.
C: ¿Qué significa para vos “que te respete”?
M: Que escuche lo que tengo para decir. Que no me juzgue como si fuera el emblema de todo lo que detesta. Que vea más allá del personaje. Porque… soy un personaje, sí. Pero también soy su viejo.
C: ¿Y vos qué necesitás de él?
M: Que me vea. Que me entienda. Que recuerde que también fui ese tipo que lo llevaba a la plaza, que le leía Cortázar en voz alta. Que sepa que, primero que todo, a mi hijo lo amo profundamente. Y él también es amoroso conmigo, eh. Con mi mujer criamos personas libres, de pensamiento intenso.Octavio es doctor en Ciencia Política. Es brillante. Crítico. Zurdito de café, pero brillante.Siempre fuimos muy intensos. Debatíamos como si estuviéramos en un programa de panelistas… pero en la cocina. Y sí, claro, fue a la UBA, con un techo garantizado y un plato caliente esperándolo. Eso facilita. Pero también le da herramientas. Podría haber ido a una privada, no lo convencí. Igual me ahorré unos buenos mangos.
C: ¿Y qué crees está pasando?
M: Lo adoctrinaron. Así, te lo digo. La UBA me lo adoctrinó. Yo no sé si fue una cátedra, una asamblea o una novia trotskista, pero me lo perdí. Me lo formatearon. Y yo, en lugar de advertirlo, lo celebraba. “¡Qué bien debate Octavio!”, decía. Hasta que un día el debate fue conmigo. Y no terminó más.
C: ¿Y qué hacés con eso hoy?
M: Me defiendo. Ataco. Publico columnas contra la UBA. Contra los profes que cobran y no enseñan. Porque si ellos pudieron alejarme de mi hijo, tengo que hacer algo. Pero también… me duele.
C: ¿Qué querés lograr hoy, en esta sesión?
M: Poder hablar con él sin sentir que estoy yendo a un careo. Poder decirle lo que me pasa, sin sarcasmo. Poder bajar la guardia… al menos una vez.
C: ¿Cómo sabés que lo lograste?
M: Si él me responde con algo que no sea una ironía. Si me mira a los ojos, aunque sea diez segundos. Si me dice: “Viejo, te escucho”.Con eso me alcanza.
C: Entonces, Luis, querés reconstruir el vínculo con tu hijo, sin dejar de ser vos, pero pudiendo mostrarle tu parte más humana. ¿Es así?
M: Exactamente. No me interesa que piense como yo. Pero me interesa que no me vea como una marca.
C: ¿Y de qué depende eso?
M: De animarme a decirle lo que siento sin esperar tener razón. De abrirme. De dejar de dar pelea y empezar a pedir paz.
C: ¿Y qué te impide cambiar?
M: (Silencio largo) Mi ego. Y mi miedo. Miedo a que me rechace, aunque yo esté diciendo la verdad. Miedo a que piense que ahora estoy “actuando para la tribuna emocional”. ¡Él cree que todo lo que hago es un acting! Hasta llorar, me cuestiona.
C: ¿Y entonces qué vas a hacer esta semana para cambiar eso?
M: Voy a actuar. Esta noche, después del programa, le voy a escribir. No una editorial, no una columna. Un mensaje. Corto. Claro. Humano. Le voy a decir que lo extraño. Que lo quiero. Que si tiene ganas, me encantaría almorzar con él.Y que, si no puede, lo entiendo. Pero que igual sepa que estoy acá.
C: ¿Y todo eso lo pensaste vos?
M: Lo leí en un libro que me recomendó Leuco. Pero esta vez… lo sentí. Lo asumí. Lo mastiqué. Lo lloré.
C: ¿Algo más que quieras sumar?
M: Sí. Anoche lo escuché a Milei gritar que lo sacan de contexto. Y por primera vez pensé: “Capaz a mí también me sacaron del contexto... ...del de mi hijo.”