A las 00:00 horas, el Gobierno publicó un nuevo video a través de todas las redes sociales oficiales de la “Casa Rosada”, en referencia a lo ocurrido durante la década del ‘70 bajo la última dictadura militar. En su primer 24 de marzo, el oficialismo presentó una producción similar, con múltiples testimonios que recopilaban una nueva versión de los hechos, según la mirada del gobierno de Javier Milei. Para esta segunda conmemoración en la era libertaria, el video tiene un único protagonista: Agustín Laje.

Bajo el lema “Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia COMPLETA”, el video oficial ya generó una fuerte controversia. Políticos, periodistas y referentes de la izquierda salieron rápidamente a criticar tanto al oficialismo como a Agustín Laje, acusándolos de negacionistas, defensores de la dictadura y opresores.

Cuando un gobierno propone una nueva versión del pasado y busca consolidarla a través de una “batalla cultural” por múltiples frentes simultáneos, estamos ante un cambio de paradigma. Reescribir la historia no es una cuestión meramente académica o nostálgica: es una forma de moldear el futuro y de disputar quiénes tienen la autoridad moral para definir lo que viene.

Para quienes se oponen, esta es una oportunidad única

Estamos ante un momento histórico para las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, para los comunicadores, militantes y todas las fuerzas políticas que rechazan la narrativa propuesta por el oficialismo. En la era de la información, donde la censura es prácticamente imposible, hay una oportunidad real de renovar ideas, reafirmar convicciones y fortalecer ideales. ¿Cómo? Con debate, con pedagogía, con formación.

El que se enoja, pierde. El que educa, trasciende. ¿Qué pasaría si logran demostrar que la agrupación Montoneros no asesinó ni secuestró personas?. ¿No sería bueno explicar que no hubo militantes que fueron a Cuba para entrenarse a nivel armamentístico?. Es una oportunidad histórica de los peronistas para contar si Perón se escribía o no con líderes Montonero desde España respaldando su accionar. Una vez en Argentina y luego de que asesinaran a Rucci, ¿Perón mandó a “aniquilar cuanto antes el terrorismo local”?. Es un momento increíble para volver a contar su versión de la historia hablándole a las nuevas generaciones con datos irrefutables.

Milei es presidente porque nadie debatió

Muchos son los elementos que se fusionaron para explicar porque Javier Milei hoy es Presidente, pero un factor clave es: nunca debatieron sus ideas, solo las negaron. ¿Dolarizar? es de vende patria. ¿Dinamitar el banco central? no lo hace nadie en el mundo. ¿Eliminar obra pública? es de anti pueblo. ¿Auditar las universidades? es antidemocrática. ¿Negar el cambio climático? es de ignorante. ¿Hablar de montoneros? es de facho. Ningún opositor político se puso a debatir seriamente y con la misma pasión que ponía el actual Presidente a la hora de defender sus posturas más radicales, ¿por qué? porque daban por sentado que no era necesario, la verdad establecida era innegable y nadie la discutiría.

Mientras unos despreciaban el debate, Milei vendía miles de libros, daba conferencias en todo el país y el extranjero, y construía un ecosistema digital con miles de canales, podcasts y perfiles que amplificaban sus ideas. La famosa “batalla cultural” rompió los límites de los canales tradicionales, llegó a una masa crítica muy grande por medio de los celulares. La libertad de recibir un contenido distinto y con argumentos, abrió la puerta a un sector muy grande de la sociedad a sentir por primera vez en mucho tiempo que los invitaban a investigar y formular sus propias teorías.

La juventud, por naturaleza, tiene roces con la autoridad. Rara vez empatiza con una figura que impone verdades con un “porque lo digo yo”. En cambio, siente afinidad con ese “tío” —ejemplo simbólico— que habla desde la complicidad, no desde el mandato. Ese que, en una charla relajada, propone ideas, comparte una visión del mundo, incluso ofrece la primera cerveza. No quiere ocupar el lugar del padre, pero su voz suena distinta: no ordena, invita; no impone, provoca. No tiene miedo a decir lo que otros callan. Por eso, muchas veces, se respeta más a quien nos considera interlocutores válidos que a quien se escuda en una supuesta superioridad moral.

Este fenómeno no es exclusivo del ámbito familiar. Se da en la política, en la educación, en los medios. Quien se atreve a debatir con argumentos, sin subestimar al otro, despierta más respeto que quien calla discrepancias con slogans.

El pasado determina el futuro político

Si bien el oficialismo genuinamente tiene un interes por establecer su versión “completa” de los hechos ocurridos a lo largo de la década del 70, no podemos perder de vista que el objetivo no es únicamente histórico. La intensión macro de este revisionismo constante no es solo histórico: es profundamente político. La intención de revisar todo —la historia, el feminismo, el cambio climático, el uso de armas— tiene un propósito claro: desacreditar a las voces de la oposición.

La estrategia es clara: dejar a la oposición sin autoridad moral ni legitimidad discursiva. Y si además bajan la inflación, tienen un punto fuerte a su favor: “Quienes nos tildaban de locos nunca lo lograron; nosotros sí. Por ende, solo nuestra verdad económica es válida”.

No se trata ya de quién tiene razón o quién no. Lo urgente es entender que estamos atravesando un cambio de paradigma global. Quienes se queden esperando que el mundo vuelva a ser lo que fue, ya perdieron. Desde la revolución digital iniciada hace más de dos décadas, el mundo cambió sus hábitos, sus lenguajes, sus canales de información y, sobre todo, su forma de construir verdad y legitimidad.

La historia y la política ya no tienen lugar para la nostalgia vacía. Hoy, más que nunca, hacen falta liderazgos sólidos, con coraje para defender convicciones, pero también con inteligencia para conectar con el presente y una visión de futuro capaz de inspirar.

La pregunta que atraviesa esta etapa no es si hay que discutir el pasado. Esa discusión nunca va a terminar. La pregunta real es: ¿quién se va a animar a hacerlo mirando hacia adelante, con una propuesta, con un horizonte, con una causa capaz de volver a enamorar?

¿Será capaz la oposición a Milei de entender el nuevo mapa? ¿O seguirá esperando que la realidad haga el trabajo por ellos, deseando el fracaso ajeno en lugar de construir una alternativa propia?

Porque la memoria y la verdad solo tienen sentido si nos ayudan a proyectar un futuro mejor. Y esa, también, es una batalla que no se puede eludir.